El detective Jeffries retoma un caso en el que trabajó en 1979 cuando era un policía novato: el asesinato de una mujer que quedó archivado por no haber pruebas suficientes ni sospechosos. Pero Jeffries prometió a la hija de la fallecida, entonces una adolescente, que encontraría al culpable. Nuevas evidencias sobre el caso provocan que este se reabra.
Además, el agente Scotty, comunica a su hermano que debe declarar en el juicio sobre el caso de pederastia ya que el otro testigo se ha suicidado y sólo queda él para testificar.
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