Mulder se ve obligado a tomar unas vacaciones. En su ausencia, pide a Scully que investigue a un ruso que vive en Filadelfia, quien poseería valiosa información sobre actividad ovni. Scully se niega a seguir un caso dudoso, asegurándole que siente que ha perdido el control de su vida desde que trabajan juntos. Pese a todo, vigila al ruso, que es en realidad un chantajista sin nada que ver con los Expedientes X. Mientras le sigue, conoce a Ed en un salón de tatuajes, quien está pidiendo que le borren el tatuaje de una Betty Boop. Una química especial se desata entre ambos. Él le dice que está recién divorciado y que, en un ataque de ira, se tatuó. Lo que no cuenta a la agente es que desde entonces oye voces en su cabeza y que, empujado por ellas, ha matado a una vecina. La pareja queda para cenar y, tras unas copas, Scully se hace un tatuaje. Ambos acaban en el apartamento de Ed.
Scully es despertada por unos policías que investigan la desaparición de la vecina. Se han encontrado rastros de sangre con ciertas anormalidades químicas. Identificándose como agente, Scully examina el análisis y comprende que el tatuador utiliza en sus tintas un alcaloide que produce alucinaciones.
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